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NACE
SCADTA |
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Sólo
tres meses después de la constitución de la Compañía Colombiana de
Navegación Aérea, el 5 de diciembre de 1919, el presidente Suárez dio vida
legal a la Sociedad Colombo-Alemana De Transporte Aéreo (SCADTA), entre sus
fundadores se encontraban 5 Colombianos y tres Alemanes. La sociedad comisionó
a Werner Kaemmerer (socio), para viajar a Alemania con el fin de buscar el
avión más adecuado a las condiciones topográficas de Colombia.
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Mientras
tanto, Tietjen asumió la gerencia de la empresa, con un salario mensual de cien
pesos y el encargo de buscar de que los Colombianos se familiarizaran con la
aviación. Cortissoz por su parte, como presidente de la junta directiva, se
encargó de buscar accionistas para la naciente compañía. La búsqueda de Kaemmer en Alemania coincidió con el estudio que dos ingenieros, Guillermo
Schnurush y Fritz Hammer, habían realizado sobre la viabilidad de los
hidroaviones fabricados por Hugo Junkers, en la ciudad de Rherdt. |
JUNKERS F-13 SCATDA
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El Junkers era un avión metálico, de una sola ala integrada al fuselaje, distinto
de las aeronaves francesas fabricadas con madera y telas sometidas a través de
cables. Los aviones de Junkers no gozaban de la confianza de sus compatriotas,
en razón a que este no era aviador. Afrontó problemas por el peso de material,
pero los solucionó pronto a través de una aleación llamada duraluminio. Ya en
Colombia, a donde fueron traídos dos modelos del F-13, a mediados de 1920,
surgieron otras dificultades: la gasolina era diferente a la de Alemania, así
que los motores se recalentaban y los aparatos no despegaban. El ingeniero Schnurbusch debió recurrir a la técnica y a su imaginación: acomodó el
radiador de un automóvil Hudson para facilitar la refrigeración. En varias
ocasiones los aviones no pudieron levantar vuelo, por muchas razones, en otras,
por llevar demasiado combustible para largos trayectos. Más de una vez debieron
fusionarse la técnica Alemana y las más elementales costumbres colombianas: en
ocasión del primer vuelo de la compañía, de Barranquilla a Puerto Berrío a
mediados de 1920, el calor fundió la soldadura del avión y el radiador
comenzaba a quedarse sin agua. Los pobladores tuvieron una exitosa iniciativa:
con jabón de tierra pudieron solucionar los escapes del radiador.
Otro
inconveniente, ya de otro tenor, fue que la compra de aparatos agotó el capital
de Scadta que era de cien mil pesos y del cual sólo se había logrado colocar el
40%.
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EN
BUSCA DE LA PISTA... |
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Fue tal el
entusiasmo y curiosidad que despertó en el país el comienzo de la
aeronavegación que los periódicos de Bogotá ofrecieron un jugoso premio al
primer aviador que aterrizara en la sabana. Era una atractiva oportunidad para
reforzar las arcas, cada día más débiles, de la naciente empresa. Sin
embargo, un gran inconveniente se alzaba amenazante cada vez que los arriesgados
pilotos miraban al cielo buscando un buen tiempo: ¡había que remontar la
cordillera!. En la capital, se había convertido en un problema de marca
mayor conseguir un sitio donde hacer el aterrizaje: el dueño de una finca
provisionalmente escogida por el cónsul Alemán amenazó con demandar si no se
iban de su propiedad; a estos se agregaban los inconvenientes naturales: la
visibilidad era nula casi todo el tiempo, la sabana estaba llena de arboledas de
eucaliptos, de empedrados, de cercas de alambres de púas, de zanjas y de todo
tipo de irregularidades en el terreno.
Aunque
el norteamericano Knox Martín fue el primero en remontar los cerros orientales
de la ciudad, fueron los alemanes de Scadta los que, finalmente, lograron la
odisea de aterrizar en la capital colombiana, en una improvisada pista, donde
hace 78 años se hicieron presentes el presidente de la República y diferentes
personalidades.
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